
Estimado lector: Con la sencilla reseña que les presento a continuación pretendo inaugurar y compartir con ustedes una serie de modestos homenajes a través de los cuales podremos recordar con admiración y respeto a todos aquellos que, con su dedicación y su obra, nos han permitido apreciar la secreta belleza que encierra el maravilloso arte de la palabra escrita. En ésta ocasión nos ocuparemos del Sr. Dr. Baldomero Fernández Moreno.
Nacido en el año 1886 en el porteño barrio de San Telmo e hijo de padres españoles, pasó los años de su infancia en España hasta el despertar de la adolescencia, regresando a Buenos Aires en 1899 y afincándose en una casona ubicada sobre la calle Rivera Indarte, en el barrio de Flores Sur. A la vez que completaba sus estudios de Medicina, profesión que ejercería a la par de su vocación poética, comenzó a escribir sus primeros versos publicando finalmente en 1915 su primer obra: "Las iniciales del misal". Contaba entonces 29 años.
A partir de aquí, Fernández Moreno comenzaba a despegarse literariamente de la ostentación del Modernismo para cultivar un estilo propio, llano y realista, inspirado y encuadrado dentro de la corriente denominada Sencillismo. En efecto, sus versos presentan una premeditada simpleza sin perder por ello profundidad ni fuerza, teniendo la virtud de rescatar la poesía oculta en las cosas simples y cotidianas. En su obra se observa una marcada inclinación nacionalista basada en temas autóctonos como la renovada visión de la estética porteña y la admiración por los apacibles paisajes provincianos, conservando a la vez una vigente universalidad.
Fallece en Buenos Aires en el año 1950 víctima de un derrame cerebral a los 64 años de edad.
De su obra compartiremos uno de sus sonetos más logrados y conocidos, en el que puede apreciarse una acabada técnica que transforma la sencilla visión de un repetido escenario en fuerza poética que trasciende los ojos y llega al alma del lector sensible.
SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR
Setenta balcones hay en ésta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
A sus habitantes Señor, ¿Qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?
La piedra desnuda de tristeza agobia,
¡Dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en ésta casa una niña novia,
no hay algún poeta bobo de ilusiones?
¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia del jardín,
en la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?
Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá un clave...
¡Setenta balcones y ninguna flor!
Baldomero Fernández Moreno