Al entrar sintió que todas las miradas se clavaban en él. Su aspecto citadino contrastaba con la rusticidad del lugar y los parroquianos, hombres fieros y moldeados por el rudo trabajo en el bosque, lo observaron con mirada torva y desconfiada.
Observó desde la puerta el interior del tugurio y lo reconoció enseguida. Se dirigió resueltamente hacia el mostrador donde se hallaba un tipo enorme de rasgos aindiados y pelo hirsuto. De su camisa arremangada sobresalían dos brazos gruesos y fuertes que terminaban en manos como tenazas. No era muy diferente de como ella lo había descripto.
Rodríguez se acercó a él hasta ponerse a su lado.
-Disculpe, buenas noches. Estoy buscando al señor Roco.- dijo al tiempo que se acodaba sobre el mostrador. El otro lo miró apenas girando su cabeza.
-Qué necesita?.- preguntó secamente a modo de presentación. Rodríguez comprendió que debía ir al grano y dejar las formalidades para otra ocasión.
-Mi nombre es Jorge Rodríguez y necesito hablar con usted. Debo pedirle un favor.
-Sí, y?
-Debo ir a Las Cuevas mañana y necesito un baqueano que sepa cruzar la espesura.-explicó.
El otro se enderezó sobre sí mismo con una mueca de desinterés.
-Y por qué iba yo a hacerle un favor a usted?.- preguntó sin mirarlo.
-Bueno..., anoche estuve con Rosita. Dijo que usted es el mejor.
Rosita era la hermana del tal Roco y trabajaba de prostituta en un bar al otro lado del pueblo, lo cual molestaba mucho a su hermano. Pero él siempre estaba dispuesto a protegerla y no era un tipo de andarse por las ramas. En una ocasión la chica conoció a un hombre y se fué a vivir con él. Al tiempo el sujeto comenzó a maltratarla hasta que un día Roco dijo a su hermana: -No volverá a pegarte.- El novio desapareció misteriosamente esa misma noche. A la semana encontraron en un monte vecino lo que quedaba de su cuerpo, ya putrefacto y comido por las alimañas. Ella fué siempre la debilidad de Roco y nombrarla era una especie de salvoconducto frente a la bestia. Al oír su nombre, los rasgos del indio parecieron suavizarse.
-Sí, recibí un recado de ella. Dijo que un gringo vendría a verme. ¿En qué anda la turra? ¿Cómo está?- preguntó el grandote, y agregó: -Hace mucho no viene a verme.
-Está bien. Hace lo de siempre pero ella está feliz.- contestó Rodríguez mientras pedía una botella de tinto, sabedor que la bebida facilitaría el diálogo.
-Es una buena chica - dijo el otro acercando instintivamente su vaso - ¿Y usted qué quiere?
Su rostro había recuperado la dureza inicial.
-Como le dije, necesito ir a Las Cuevas. Tengo entendido que la única forma de llegar es tomando alguno de los dos senderos que salen de la estancia Nahuel Aiké, y ambos atraviesan la espesura. Por eso necesito un buen baqueano que conozca el bosque como la palma de su mano. No podría cruzarlo solo.- explicó.
-Quizás no pueda ni siquiera con un baqueano.- contestó el hombre antes de vaciar su vaso de un solo trago, y agregó: - Muchos no han vuelto. Y dígame, ¿para qué quiere ir?
-Le diré la verdad: escribo para un diario de Buenos Aires y me enviaron aquí para hacer una nota sobre un supuesto desvío de fondos.- explicó Rodríguez - ¿Recuerda el hospital nuevo que prometió el intendente Franco? Bueno, parece ser que los fondos fueron empleados, digamos...para otros fines.
-¡Já! - rió el indio - ¡Franco! Si lo conoceré yo a ese hijo de puta! Antes de meterse en política venía a emborracharse acá.
-Es un excelente dato - contestó él - pero la nota no me interesa. La corrupción entre políticos ya no es noticia, pero me interesa Las Cuevas. Sé que allí han pasado cosas.
-¿Qué puede saber usted de lo que pasa acá, un pobre pueblo escondido al pié de la montaña?- preguntó Roco, a quien el tema parecía molestarle.
-Sé más de lo que usted cree, tengo mis fuentes - respondió Rodríguez mientras llenaba de nuevo los vasos - Sé que desapareció un baqueano y que el comisario dispuso una partida de cinco hombres más él para buscarlo en la espesura.- hizo una pausa y agregó: - También sé que regresaron sólo tres.
El otro lo miraba fijamente sin decir palabra.
-Quiero saber que hay allí - continuó Rodríguez - y lo haré de cualquier modo, con su ayuda ó sin ella. Claro que si cuento con usted será más fácil.
Se hizo un corto silencio y ambos apuraron sus vasos.
-Fué un suceso desgraciado - dijo finalmente Roco - jamás se supo nada.
-Sí se supo! - afirmó él - Se encontraron restos que fueron sometidos a análisis. Pude ver el dictámen del Dr. Langiano que actuó como forense. Sabe cual fué su veredicto?
(continuará)
©Horacio Benites
domingo, 8 de noviembre de 2009
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Las de veces qe habre escuchado este extracto, hasta el punto de imaginarme la continuacion "a mi manera" ! ..claro qe con un plus,ser tu hija ayuda!
ResponderEliminarQisa no sea la primera en leer tu blog, pero no lo necesito. creci con vs, cn tu creatividad, con tu locura (i no literalmente hablando..)
No me imagino lo qe seria no ser tu hija. Toda esa imaginacion de la qe me jacto sin problemas de ser dueña no existiria, no seria lo qe soi..
Soi tu hija, i no soi mas qe tu viva imagen (claro qe con muchiiiiiiiiisimas diferencias!).
gracias. te qiero..