martes, 8 de diciembre de 2009

MARIEL



Dedicado a R.P.






MARIEL













Noche de luna, noche cualquiera,


y el aire cálido del estío.


Sólo buscaba de nuevo la quimera


que desbordara mi corazón vacío.


-









Quiso el destino que te encontrara


en un tiempo y lugar equivocados,


y a despecho del mundo te aceptara


sin importarme tu presente ni el pasado.


-








Desataste en mi pecho una asonada


y una horda de pasión no reprimida,


liberando la ilusión encadenada


y salvando del destierro la alegría.


-








Todavía confundidos los sentidos


en un cuarto de hotel nos entregamos,


y arrancándonos los miedos y el vestido


desnudamos el alma y nos amamos.


-








En mis brazos floreció tu corazón herido


en un Edén de amor y de belleza,


transformando en recuerdos lo sufrido


y trocando tu dolor en fortaleza.


-


Y descubriste un mundo de nuevas sensaciones


que estallaron en tu pecho esa noche que lloraste,


y sin medir el poder de tus palabras


amor por siempre entonces me juraste.


-








Pero lo eterno perduró tan sólo un tiempo


y la pasión que cada noche me entregaste


se hizo cenizas esparcidas por el viento


y buscando tu destino te alejaste.


-








Comprendí que el amor no es suficiente


y la efímera ilusión se hizo pedazos;


hoy inunda de tristeza mi presente


el recuerdo de tu cuerpo entre mis brazos.


-








Respetaré la libertad que me pediste


y aceptaré con dolor que te hayas ido.


Me quedaré con los besos que me diste


y el estúpido consuelo de haber sido.


-








Y a pesar de las promesas incumplidas,


así mi alma se llene de vacíos,


desearé que seas feliz toda la vida


aunque tengas que serlo lejos mío.


-







©Horacio Benites


domingo, 22 de noviembre de 2009

Baldomero Fernández Moreno


Estimado lector: Con la sencilla reseña que les presento a continuación pretendo inaugurar y compartir con ustedes una serie de modestos homenajes a través de los cuales podremos recordar con admiración y respeto a todos aquellos que, con su dedicación y su obra, nos han permitido apreciar la secreta belleza que encierra el maravilloso arte de la palabra escrita. En ésta ocasión nos ocuparemos del Sr. Dr. Baldomero Fernández Moreno.

Nacido en el año 1886 en el porteño barrio de San Telmo e hijo de padres españoles, pasó los años de su infancia en España hasta el despertar de la adolescencia, regresando a Buenos Aires en 1899 y afincándose en una casona ubicada sobre la calle Rivera Indarte, en el barrio de Flores Sur. A la vez que completaba sus estudios de Medicina, profesión que ejercería a la par de su vocación poética, comenzó a escribir sus primeros versos publicando finalmente en 1915 su primer obra: "Las iniciales del misal". Contaba entonces 29 años.

A partir de aquí, Fernández Moreno comenzaba a despegarse literariamente de la ostentación del Modernismo para cultivar un estilo propio, llano y realista, inspirado y encuadrado dentro de la corriente denominada Sencillismo. En efecto, sus versos presentan una premeditada simpleza sin perder por ello profundidad ni fuerza, teniendo la virtud de rescatar la poesía oculta en las cosas simples y cotidianas. En su obra se observa una marcada inclinación nacionalista basada en temas autóctonos como la renovada visión de la estética porteña y la admiración por los apacibles paisajes provincianos, conservando a la vez una vigente universalidad.

Fallece en Buenos Aires en el año 1950 víctima de un derrame cerebral a los 64 años de edad.

De su obra compartiremos uno de sus sonetos más logrados y conocidos, en el que puede apreciarse una acabada técnica que transforma la sencilla visión de un repetido escenario en fuerza poética que trasciende los ojos y llega al alma del lector sensible.


SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR


Setenta balcones hay en ésta casa,

setenta balcones y ninguna flor.

A sus habitantes Señor, ¿Qué les pasa?

¿Odian el perfume, odian el color?


La piedra desnuda de tristeza agobia,

¡Dan una tristeza los negros balcones!

¿No hay en ésta casa una niña novia,

no hay algún poeta bobo de ilusiones?


¿Ninguno desea ver tras los cristales

una diminuta copia del jardín,

en la piedra blanca trepar los rosales,

en los hierros negros abrirse un jazmín?


Si no aman las plantas no amarán el ave,

no sabrán de música, de rimas, de amor.

Nunca se oirá un beso, jamás se oirá un clave...

¡Setenta balcones y ninguna flor!


Baldomero Fernández Moreno



domingo, 8 de noviembre de 2009

ROCO

Al entrar sintió que todas las miradas se clavaban en él. Su aspecto citadino contrastaba con la rusticidad del lugar y los parroquianos, hombres fieros y moldeados por el rudo trabajo en el bosque, lo observaron con mirada torva y desconfiada.
Observó desde la puerta el interior del tugurio y lo reconoció enseguida. Se dirigió resueltamente hacia el mostrador donde se hallaba un tipo enorme de rasgos aindiados y pelo hirsuto. De su camisa arremangada sobresalían dos brazos gruesos y fuertes que terminaban en manos como tenazas. No era muy diferente de como ella lo había descripto.
Rodríguez se acercó a él hasta ponerse a su lado.
-Disculpe, buenas noches. Estoy buscando al señor Roco.- dijo al tiempo que se acodaba sobre el mostrador. El otro lo miró apenas girando su cabeza.
-Qué necesita?.- preguntó secamente a modo de presentación. Rodríguez comprendió que debía ir al grano y dejar las formalidades para otra ocasión.
-Mi nombre es Jorge Rodríguez y necesito hablar con usted. Debo pedirle un favor.
-Sí, y?
-Debo ir a Las Cuevas mañana y necesito un baqueano que sepa cruzar la espesura.-explicó.
El otro se enderezó sobre sí mismo con una mueca de desinterés.
-Y por qué iba yo a hacerle un favor a usted?.- preguntó sin mirarlo.
-Bueno..., anoche estuve con Rosita. Dijo que usted es el mejor.
Rosita era la hermana del tal Roco y trabajaba de prostituta en un bar al otro lado del pueblo, lo cual molestaba mucho a su hermano. Pero él siempre estaba dispuesto a protegerla y no era un tipo de andarse por las ramas. En una ocasión la chica conoció a un hombre y se fué a vivir con él. Al tiempo el sujeto comenzó a maltratarla hasta que un día Roco dijo a su hermana: -No volverá a pegarte.- El novio desapareció misteriosamente esa misma noche. A la semana encontraron en un monte vecino lo que quedaba de su cuerpo, ya putrefacto y comido por las alimañas. Ella fué siempre la debilidad de Roco y nombrarla era una especie de salvoconducto frente a la bestia. Al oír su nombre, los rasgos del indio parecieron suavizarse.
-Sí, recibí un recado de ella. Dijo que un gringo vendría a verme. ¿En qué anda la turra? ¿Cómo está?- preguntó el grandote, y agregó: -Hace mucho no viene a verme.
-Está bien. Hace lo de siempre pero ella está feliz.- contestó Rodríguez mientras pedía una botella de tinto, sabedor que la bebida facilitaría el diálogo.
-Es una buena chica - dijo el otro acercando instintivamente su vaso - ¿Y usted qué quiere?
Su rostro había recuperado la dureza inicial.
-Como le dije, necesito ir a Las Cuevas. Tengo entendido que la única forma de llegar es tomando alguno de los dos senderos que salen de la estancia Nahuel Aiké, y ambos atraviesan la espesura. Por eso necesito un buen baqueano que conozca el bosque como la palma de su mano. No podría cruzarlo solo.- explicó.
-Quizás no pueda ni siquiera con un baqueano.- contestó el hombre antes de vaciar su vaso de un solo trago, y agregó: - Muchos no han vuelto. Y dígame, ¿para qué quiere ir?
-Le diré la verdad: escribo para un diario de Buenos Aires y me enviaron aquí para hacer una nota sobre un supuesto desvío de fondos.- explicó Rodríguez - ¿Recuerda el hospital nuevo que prometió el intendente Franco? Bueno, parece ser que los fondos fueron empleados, digamos...para otros fines.
-¡Já! - rió el indio - ¡Franco! Si lo conoceré yo a ese hijo de puta! Antes de meterse en política venía a emborracharse acá.
-Es un excelente dato - contestó él - pero la nota no me interesa. La corrupción entre políticos ya no es noticia, pero me interesa Las Cuevas. Sé que allí han pasado cosas.
-¿Qué puede saber usted de lo que pasa acá, un pobre pueblo escondido al pié de la montaña?- preguntó Roco, a quien el tema parecía molestarle.
-Sé más de lo que usted cree, tengo mis fuentes - respondió Rodríguez mientras llenaba de nuevo los vasos - Sé que desapareció un baqueano y que el comisario dispuso una partida de cinco hombres más él para buscarlo en la espesura.- hizo una pausa y agregó: - También sé que regresaron sólo tres.
El otro lo miraba fijamente sin decir palabra.
-Quiero saber que hay allí - continuó Rodríguez - y lo haré de cualquier modo, con su ayuda ó sin ella. Claro que si cuento con usted será más fácil.
Se hizo un corto silencio y ambos apuraron sus vasos.
-Fué un suceso desgraciado - dijo finalmente Roco - jamás se supo nada.
-Sí se supo! - afirmó él - Se encontraron restos que fueron sometidos a análisis. Pude ver el dictámen del Dr. Langiano que actuó como forense. Sabe cual fué su veredicto?

(continuará)


©Horacio Benites

PASION

La búsqueda resulta a veces más pasional que el hallazgo, y el deseo más ardiente que la satisfacción.

PASION

Quisiera una noche dejar de soñar
y en mi lecho blando poderte encontrar.
A tus dulces ojos mirar sin hablar
y con mis labios húmedos tu piel navegar.


Tu cuello y tus senos despacio besar
y hasta tu tesoro dejarme llegar.
Oír tus suspiros, sentirte temblar,
y la miel de tu sexo poder saborear.


Y cuando tus pliegues comiences a mojar
y sienta en mi lengua que vas a explotar
tu fina cintura con fuerza abrazar
y todos tus huecos poder penetrar.


Una vez, dos veces, muchas veces más
tus suaves gemidos poder escuchar.
Y cuando tu volcán esté por estallar
darte más placer hasta oírte gritar.


Aunque pidas basta sé que mentirás,
y cuando mi torrente sienta desbordar
quisiera en tus labios de seda sin par
mi tibio néctar de amor derramar.


©Horacio Benites

BARRIO

El barrio 31 de Marzo no era muy diferente de los demás barrios que pululan por todo ese inmenso espacio que llamamos Gran Buenos Aires. A diferencia de las zonas más o menos céntricas, con mayor desarrollo a nivel edilicio y de infraestructura, los barrios presentan una fisonomía particular, con calles angostas y de asfalto irregular a cuya vera se suceden casas bajas y veredas de diferente aspecto y calidad según el vecino de quien se trate. El paisaje, relativamente homogéneo, se vé interrumpido cada tanto por la presencia de algún lote aún sin edificación alguna. Pero quizás la particularidad más notable del barrio sea su alma.
En efecto, éstas vecindades suburbanas tienen vida propia y esa vitalidad se manifiesta en forma de una amalgama de códigos, costumbres y actividades que le son propias y con protagonistas bien definidos, y el 31 de Marzo no era una excepción. Sin embargo, lo que daba al barrio su verdadero carácter eran los vecinos, toda gente trabajadora y decente por supuesto, pero vecinos al fin. Y aunque todos se prodigaban en público efusivas muestras de respeto mutuo aquí todos sabían quién es quién.
La intimidad era considerada algo sagrado, ó mejor dicho la intimidad propia. Cuando se trataba de los demás la cosa era diferente. No era cuestión de andar con chusmeríos, desde luego, pero había que cuidar la reputación del barrio. No era suficiente conocer un poco. Había que saberlo, si era posible, todo. Y para ésta encomiable tarea los vecinos echaban mano a una variedad de recursos.
Las escuchas a través de la medianera y los oteajes desde la terraza eran importantes, pero nada tan permanente e insidioso como el rumor. Cuando éste surgía, normalmente a partir de un comentario con apariencia nimia e inocente, se ponía en marcha toda una maquinaria tan voraz como implacable. Para colmo, el rumor tiene la virtud de reproducirse con rapidez y a medida que se propaga gana en volúmen y peso. Y en el 31 de Marzo no faltaban voluntariosos emisores ni escenarios adecuados.
El mercadito de Clemente y la feria de los Jueves eran privilegiadas tribunas que funcionaban como permanentes usinas de información fresca, y aunque el barrio en sí era bastante tranquilo siempre había alguna trifulca ó escandalete casero que amenizaba la semana. Los decesos merecían un tratamiento especial por una cuestión de respeto al difunto, al menos cuando eran recientes, pero no así los entuertos amorosos que gozaban de una merecida predilección. Cuando algún vecino caía víctima de un rumor de éste tipo el ó la infortunada debía actuar con rapidez y demostrar su inocencia a satisfacción, lo que no era poca cosa. De lo contrario, su historial quedaría manchado a perpetuidad. De manera que había que estar atento.
Como es de imaginar, la presencia de una cara nueva en el barrio producía entre los vecinos una mezcla de regocijo y desconfianza. Ya desde el vamos, el novato era monitoreado cuidadosamente y sometido a una silenciosa pero eficaz pesquisa. Había que saber toda la verdad, y si no se sabía toda bueno...para eso estaba el rumor.

(continuará)

domingo, 4 de octubre de 2009

AMIGO PUCHO

La amistad, como el verdadero amor, es reincidente. Todo se suaviza, justifica y perdona. Y al final, aunque nos dañe, siempre se vuelve por el camino de la resignación.

AMIGO PUCHO

Te conocí, amigo pucho,
allá por mi adolescencia
cuando falto de experiencia
y a medida que crecía
vos afirmabas mi hombría
con tu canchera presencia.

Estuviste en la fulera
cuando el alma me dolía.
También cuando la alegría
mi corazón desbordaba,
y si la suerte fallaba
vos eras mi compañía.

Y aquellas noches de lluvia
cuando esperaba en la esquina
a que llegara la mina
de quien ya no era su dueño
vos mantenías mi sueño
de alquitrán y nicotina.

Pero no quise escuchar
lo que todos me advertían.
Mis amigos lo decían:
"Dejá el pucho, no seas necio".
Sabían que un alto precio
algún día pagaría.

Yo te perdono mi amigo
a pesar que me arruinaste,
porque también me ayudaste
cuando lo necesitaba mucho.
Y sólo pido a San Pedro
cuando me toque viajar
que haya en el Cielo un lugar
donde al menos...vendan puchos.
©Horacio Benites

domingo, 20 de septiembre de 2009

CUANDO TE VAYAS

Disfruta hoy el presente. Mañana llegará el pasado y nada será igual.


CUANDO TE VAYAS


Y el Sol era fuego,
y la flor un surco,
y la noche un tiempo
y el abismo nada...
cuando no estabas.


Pero el Sol fué vida,
y la flor capullo,
y la noche Luna
y el abismo valle...
cuando llegaste.


Y el Sol es brasa,
y la flor hermosa,
y la noche cómplice
y el abismo prado...
cuando te tengo.


Pero el Sol será infierno,
y la flor cizaña,
y la noche miedo
y el abismo inmenso...
cuando te vayas.
©Horacio Benites

AUTOENCUENTRO

Cultiva el lado bueno de tu naturaleza y ayúdalo a crecer vigoroso; el otro no necesita cuidados, crecerá solo.

AUTOENCUENTRO
Quizás era la falta de descanso, pues anoche se había acostado tarde. O quizás fuera el siempre ajustado presupuesto que también anoche había estado revisando. Lo cierto era que esa mañana su natural indisposición para la sociabilidad se hallaba exacerbada. Sólo quería cubrir las cinco cuadras que lo separaban de su lugar de trabajo lo más rápidamente posible, y cuanto menos gente cruzara en su camino, mejor.
Cuando el semáforo de Cerrito lo detuvo encendió un cigarrillo y esperó impaciente. A sus espaldas pudo escuchar a una mujer que detallaba el lugar a otra persona.
-Esta es la Avenida 9 de Julio - decía - y ese es el Obelisco.-
Su acento era decididamente sudamericano, pero a él se le antojó que debía ser peruana.
Los autos pasaban a gran velocidad mientras la mujer continuaba su minuciosa descripción, llamando la atención el hecho que la otra persona no dijera una palabra.
-¡Esto sí que está bueno! - pensó - Estos no sólo vienen a robar acá sino que además se traen la parentela y se hacen los guías de turismo. Bueno, es lógico - continuó -, allá se mueren de hambre. Prefieren venir a un país civilizado a trabajar de fregonas y aunque no ganen mucho siempre estarán mejor.
Pero no era suficiente. Sintió que debía haber alguna razón más para odiarlos.
- Claro, de paso usan gratis los hospitales y los servicios públicos que pagamos nosotros, total ellos se dedican a robar o trabajan en negro y no aportan nada. Así fomentan la desocupación.- explicó.- ¡Habría que meterlos a todos en un camión y mandarlos de vuelta a su país! -remató - ¡Si serán ignorantes que ella habla y el otro ni siquiera le contesta!.-
Al cambiar el semáforo, y a pesar de su apuro, caminó lentamente pues quería ver a éstos sujetos. Los otros se adelantaron y cuando estuvieron junto a él los miró con desprecio.
La mujer era morena y rolliza, de cara redonda y aspecto pueblerino. El muchacho que la acompañaba, muy flaco y de hombros enjutos, tendría unos veinte años y sujetaba firmemente la mano de ella. Sus piernas estaban visiblemente torcidas, lo que lo obligaba a caminar con un movimiento grotesco. Su brazo derecho padecía igual deformidad, inmóvil junto a su cuerpo. En su rostro podían verse los signos de un mogolismo irreversible.
La mujer notó que él los miraba.
- Es mi hermano - dijo con orgullo, y explicó: - Cuando me vine se puso muy triste pero le prometí que lo traería algún día. Soy su única familia y en el orfanato lo trataban muy mal. A veces incluso le pegaban. Ahorré cada peso como pude, trabajando hasta dieciséis horas al día, pero al final le cumplí! Era su sueño y ahora está feliz, vé? - dijo señalándolo. En la cara deforme del muchacho se dibujaba una estúpida e infantil pero feliz sonrisa.
- Claro..., está muy bien.- dijo él.
Mientras la mujer continuaba describiéndole el lugar los ojos enormes del chico parecían querer abarcarlo todo. Había más vida en ellos que en todo el resto de gente que los rodeaba.
Los otros se alejaron y él continuó su paso con lentitud, olvidando su apuro, el presupuesto y la gente. No podía evitar sentirse un imbécil, una basura. Hubiese querido correr, alcanzarlos, pedir perdón; pero no lo haría. La estupidez es muy difícil de explicar.
Quizás fué en ese momento que comprendió un poco más sus propias limitaciones, su propia debilidad. Y quizás entendió además que, a pesar de su aparente normalidad, él también podía ser un minusválido.
©Horacio Benites

LINYERA

El poema que hoy les traigo está dedicado a todas esas personas que a diario deambulan por las calles sin rumbo, identidad ni destino. Ignorados, evitados, despreciados; quizás lo sean porque con su insolente presencia no hacen más que recordarnos nuestras propias miserias.


LINYERA


Iba solo, casi nadie lo miraba;
parecía ausente, pero él estaba.
Desde su pena veía la vida que lo rodeaba
y lo bello de vivir se le mostraba.


La alegría que paseaba,
el amor que se exhibía,
recordándole con saña
aquello que no tenía.


La familia regresando,
cual lejana alegoría,
al hogar que una vez tuvo
y que ya no encontraría.


Su pasado de persona
aquello le recordaba
y de repente su mundo
en mil trozos estallaba.


La traición clavó su daga
con pericia consumada
quebrando todos los sueños
de su alma inmaculada.


Afectos idos, ojos ausentes,
todos recuerdos que lastimaban.
El acero invita a liberarse;
ya no aguantaba.
Y ayer la vida volvió a mostrarse...
pero él no estaba.
©Horacio Benites

HOY...

Aunque González de Salas, amigo de Francisco de Quevedo y Villegas, las imaginara castellanas en su célebre Parnaso, allá por el siglo XVII, lo cierto es que las Nueve Musas del Olimpo han sido siempre universales. Y seguramente fué Erato quién, con el permiso de Zeus y la compasión de Mnemósine, vino en ayuda de éste corazón enamorado para inspirar los versos que hoy quiero compartir con ustedes.

Dedicado a V.M.


HOY...
Mi cerebro se resiste, empecinado,
ante el sentir que a comprender no alcanza.
Pero los sentimientos fluyen con inexorable calma
y hoy no escribo con mi cuerpo, hoy escribo con el alma.
Y descubro ahora, de repente,
que todas las palabras en el mundo
apenas si me alcanzan.
¿Cómo explicar entonces lo que siento?
Cómo explicar que hoy he nacido,
que tu espíritu y mi alma liberados
se entrelazan en audaz correspondencia,
y que la sóla luz de tu existencia
bastó para sanar mi corazón herido.
Cómo explicar que hoy no importa lo sufrido
y que al sólo calor de tu presencia
ha logrado el poeta, renacido,
revivir en tu sangre y en tu esencia.
Hoy celebro las tinieblas que se han ido
dejando apenas como saga de su herencia
dos pasados en uno redimidos
y el temor por la tortura de tu ausencia.
Y es por eso que a pesar de lo perdido
la opresora soledad se ha terminado,
el tiempo del dolor ha concluído,
los fantasmas del pasado se han marchado.
La esperanza del amor has revivido
y tu cuerpo y tus labios que he besado
estallan hoy en mi corazón henchido
para sentir en mi pecho alborotado
que todos los pesares has vencido
porque hoy... hoy de tí estoy enamorado!

©Horacio Benites





RECONOCIMIENTOS

Es hermoso recordar la gente con quienes hemos compartido los buenos momentos, pero quizás sea más valioso recordar a aquellos que estuvieron a nuestro lado en los momentos difíciles. Es por ello que deseo no olvidarme de Carlos Benítez, de Josefina, de Graciela. Tampoco olvidaré a Vero ni a Rosalía. Vaya también mi agradecimiento al Sr. Juan Carlos Rivera Quintana, escritor, profesor y amigo. A todos ellos les brindo mi afecto y gratitud perennes.

martes, 15 de septiembre de 2009

DEDICATORIA


A Yasmín, a Rosa Imelda, a Sergio. Ellos sostienen, en su momento y su tiempo y casi sin saberlo, el andamiaje afectivo que soporta el peso de mis alegrías y mis tristezas.